Una visión
distorsionada de la opinión de Dios sobre la mujer
La Ley de Israel concedía una posición
honorable a las mujeres y fomentaba el respeto por sus derechos. Sin embargo, a
partir del siglo IV antes de nuestra era, el
judaísmo se dejó influir por la cultura griega, que consideraba inferior a la
mujer (véase el recuadro “Textos antiguos que discriminan a la mujer”).
Ya en el siglo VIII antes de nuestra era, el poeta griego Hesíodo
culpaba a la mujer de todos los males. En su obra Teogonía hablaba de “la más perniciosa raza de
mujeres, el más cruel azote que existe entre los hombres mortales”. Esta idea
cobró auge en el judaísmo a principios del siglo II antes de nuestra
era. De hecho, el Talmud, que se empezó a compilar en el siglo II de nuestra era, advertía a los hombres que
conversar mucho con mujeres podía empujarlos a recurrir a prostitutas.
Claro, con el paso del tiempo, semejante
desconfianza hacia la mujer afectó enormemente su papel en la sociedad judía.
En tiempos de Jesús, su acceso al recinto del templo se había limitado al
atrio de las mujeres. Solo recibían educación
religiosa los varones, y ellas probablemente se sentaban aparte en las
sinagogas. En el Talmud también se citaban las siguientes palabras de
cierto rabino: “Todo el que instruye a su hija en la Torá [la Ley] es como si
la instruyera en cosas frívolas”. Así pues, al transmitir una visión
distorsionada de la opinión divina acerca de la mujer, los líderes religiosos
judíos inculcaron en muchos hombres el desprecio por las mujeres.

Las mujeres son" inferiores por naturaleza" según
Platón y Aristóteles
Según
Platón (427 - 327 BC), las mujeres son resultado de una degeneración física del
ser humano. "Son sólo los varones los que han sido creados directamente de
los dioses y reciben el alma. Aquellos que viven honradamente retornan a las
estrellas, pero aquellos que son cobardes o viven sin justicia pueden haber
adquirido, con razón, la naturaleza de la mujer en su segunda generación".
Aristóteles (384 - 322 BC)
consideró a las mujeres seres humanos defectuosos.
- Las
mujeres eran varones estériles. "La hembra, ya que es deficiente en
calor natural, es incapaz de preparar su fluido menstrual al punto del
refinamiento, en el cual se convierte en semen (es decir, semilla). Por lo
tanto, su única contribución al embrión es su materia, un campo en el cual
pueda crecer. Su incapacidad para producir semen es su deficiencia".
- La
razón por la que un hombre domina en sociedad es su inteligencia superior.
Sólo el hombre es un ser humano completo. "La relación entre el varón
y la hembra es por naturaleza aquella en la que el hombre ostenta una
posición superior, la mujer más baja; el hombre dirige y la mujer es
dirigida".
La ley
romana atribuyó a la mujer un estatus muy bajo
De
acuerdo a la ley de la familia romana, el marido era señor y maestro absoluto.
- La
mujer era propiedad del marido y estaba completamente sujeta a sus
disposiciones.
- Él
podía castigarla de cualquier forma que deseara.
- En
cuanto a las propiedades familiares, la mujer no era dueña de nada.
Cualquier cosa que ella o los niños heredaran pertenecía al marido,
incluyendo también la dote que ella aportaba al matrimonio.
En la ley
civil romana los derechos de la mujer estaban también muy limitados. Las
razones dadas en la ley romana para restringir los derechos de la mujer eran
descritas como la "debilidad de su sexo" o la "estupidez de su
sexo". El contexto hace ver claramente que el problema no radicaba en la
debilidad física de la mujer sino en lo que era percibido como su carencia de
un juicio digno de confianza y su incapacidad de pensar lógicamente.
- Las
mujeres no podían ejercer ningún cargo público.
- Las
mujeres no podían actuar en persona en juicios, hacer contratos, ser
testigos, etc.
- Las
mujeres eran metidas en el mismo grupo que los menores, esclavos,
criminales convictos y personas sordomudas; es decir, con gente cuyo
juicio no era de confianza.
Los Padres de la Iglesia vieron a las mujeres como seres
inferiores
La
reinante tradición de romanos y helenistas vio la sociedad distribuida en
estratos de más y menos evolucionados seres humanos. Las mujeres eran
inferiores a los hombres por naturaleza. No deberíamos sorprendernos de que
esto haya influenciado fuertemente el juicio de los Padres de la Iglesia.
El
estatus inferior de la mujer fue simplemente aceptado.
- "Tanto
la naturaleza como la ley colocan a la mujer en una condición subordinada
al hombre" Ireneo, fragmento nº 32.
- "Es
cosa del orden natural entre la gente que las mujeres sirvan a sus maridos
y los hijos a sus padres, porque la justicia de esto consiste en el
principio de que el menor sirve al más grande... Ésta es la justicia
natural de que cerebro más débil sirve al más fuerte. Ésta es por lo tanto
la justicia evidente de que en las relaciones entre esclavos y sus
maestros, aquellos que sobresalen en razón, aventajen en poder" Agustín, Cuestiones del Heptateuch,
Libro I, * 153.
- "No
puede dudarse, de que está más en consonancia con el orden de la
naturaleza que los hombres gobiernen sobre las mujeres, antes que las
mujeres sobre los hombres. Este es el principio ante el cual es apostol
dice: "Mujeres, someteos a vuestros maridos" También el apóstol
Pedro dice: "Incluso como Sara obedeció a Abraham, llamándole
Señor" Agustín, Sobre la concupiscencia, Libro
I, capítulo 10.
- El
apóstol quiere que las mujeres, que son manifiestamente inferiores, estén
sin falta, para que la Iglesia de Dios sea pura. Ambrosio, De Timoteo 3, 11.
- ¿Quiénes
son los que enseñan semejantes cosas aparte de las mujeres? En verdad, las
mujeres son una raza débil, no digna de confianza y de inteligencia
mediocre. De nuevo vemos que el diablo sabe cómo hacer que las mujeres
vomiten enseñanzas ridículas, tal y como tuvo éxito haciéndolo en el caso
de Quintilla, Máxima y Priscilla". Epifanio,Panarion
79, *1.
La
confirmación del estatus inferior de la mujer fue basada a menudo en la
creencia de que sólo el hombre, no la mujer, fue hecho a imagen de Dios.
- "Tú,
mujer, destrozaste tan fácilmente la imagen de Dios, el hombre" Tertuliano, De Cultu Feminarum, libro 1, capítulo 1.
- ¿Cómo
hubiera fallado Dios en hacer tales concesiones a los hombres, más que a
las mujeres, ya sea pretextando una mayor intimidad, al ser el hombre
"su propia imagen" o con el fin de una fatiga más dura? Pero si
nada de esto ha sido concedido al hombre, mucho menos a la mujer" Tertuliano, Sobre los Velos de las
Vírgenes, capítulo
10.
- "Las
mujeres deben cubrirse sus cabezas porque ellas no son la imagen de
Dios... ¿Cómo puede nadie sostener que la mujer es semejanza de Dios si
ella es sujeto de dominio del hombre y no tiene ninguna forma de
autoridad? Ya que ella no puede enseñar ni ser testigo en un juicio, ni
ejercitar su ciudadanía ni ser juez, entonces ciertamente no puede ejercer
dominación" Ambrosiaster, Sobre 1 Corintios 14, 34.
¿Maldijo Dios a la mujer?

De modo que el maltrato que sufre la mujer es consecuencia del
pecado que heredan los seres humanos, y no de una maldición divina.
La Biblia no promueve la idea de que la mujer deba ser sometida para
pagar por el pecado original (Romanos 5:12).
¿Fue creada inferior al hombre?
En absoluto. Génesis 1:27 dice: “Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen
de Dios lo creó; macho y hembra los creó”. Así que tanto el hombre como la
mujer fueron creados con la capacidad de reflejar la personalidad de Dios.
Y a pesar de tener una constitución física y emocional diferente, su
Creador les encargó la misma comisión y les otorgó los mismos derechos (Génesis 1:28-31).
Antes de crear a Eva, Dios indicó: “Voy a hacerle una ayudante
[a Adán], como complemento de él” (Génesis 2:18). ¿Significa el hecho de que Eva fuera creada como complemento
de Adán que era inferior a él? De ningún modo. La expresión hebrea
empleada también se puede traducir “ayuda idónea para él” o “ayuda
similar a él”. Para ilustrarlo: ¿quién es más importante en un quirófano? ¿El
cirujano o el anestesiólogo? Es cierto que el cirujano es el que opera,
pero no podría hacerlo sin la ayuda del anestesiólogo. Algo parecido pasa
en el caso del hombre y la mujer. Dios los creó para que colaboraran
estrechamente, no para que compitieran entre sí (Génesis 2:24).
¿Qué prueba que Dios valora a la mujer?
Dios previó que, debido a la imperfección causada por el pecado
original, la actitud del hombre hacia la mujer cambiaría. Por eso tomó medidas
para protegerla. En su libro La Bible au féminin (La
Biblia en género femenino), Laure Aynard habla de la Ley mosaica, que se
implantó en el siglo XVI antes de
nuestra era, y señala: “La mayoría de las veces que se menciona a la mujer en
el pacto de la Ley es para defenderla”.
Así, la Ley de Dios mandaba honrar y respetar tanto al padre
como a la madre (Éxodo 20:12; 21:15,17). Además, exigía que se mostrara la debida consideración a las
mujeres embarazadas (Éxodo 21:22). Incluso en nuestros días, estos mandatos contrastan con la
falta de derechos que sufren las mujeres en muchas partes del mundo. Pero eso
no es todo.
La Ley de Dios y la mujer
La Ley que Dios
suministró a la nación de Israel tenía multitud de beneficios físicos, morales
y espirituales para todo el pueblo, hombres y mujeres por igual. Si ponían
en práctica lo que escuchaban, estarían “por encima de todas las otras naciones
de la tierra” (Deuteronomio
28:1, 2).
¿Y qué hay en cuanto a las mujeres? ¿Con qué derechos contaban bajo la
Ley?
1.
Derecho a la libertad individual. A diferencia de lo que pasaba en otras naciones de aquel tiempo,
las israelitas disfrutaban de mucha libertad. Aunque el varón era el cabeza de familia, la
esposa, con la plena confianza de él, podía desempeñar tareas como inspeccionar
un terreno, comprarlo o plantar una viña. Y si era buena hilando y
tejiendo, podía montar su propio negocio (Proverbios 31:11, 16-19). Las mujeres del
antiguo Israel eran individuos con derechos propios y no meros apéndices
del hombre.
También
podían cultivar una relación personal con Dios. En la Biblia se mencionan
casos como el de Ana, quien le oró a Dios sobre algo que le preocupaba y le
hizo un voto en secreto (1 Samuel 1:11, 24-28). Cierta señora de la
ciudad de Sunem solía ir los sábados a consultar al profeta Eliseo (2 Reyes 4:22-25). Algunas, como Débora
y Huldá, ejercieron de representantes divinas. Hasta sacerdotes y hombres
prominentes acudían a ellas por consejo (Jueces 4:4-8;2 Reyes 22:14-16, 20).
2.
Derecho a la educación. Al ser una de las partes
implicadas en el pacto de la Ley, las mujeres podían estar presentes
durante la lectura de las leyes, lo que les daba muchas oportunidades de
aprender (Deuteronomio 31:12; Nehemías 8:2, 8). Asimismo podían recibir preparación para ciertas facetas de
la adoración pública. Algunas probablemente desempeñaban “servicio organizado”
en el tabernáculo, y otras cantaban en un coro mixto (Éxodo 38:8;1 Crónicas
25:5, 6).
(Proverbios 31:24). Y las madres
contribuían a la formación de los hijos varones hasta que se hacían adultos (Proverbios 31:1). ¡Qué diferente de
otras naciones en las que solo el padre los educaba! Sin duda alguna, la mujer
del antiguo Israel no carecía de educación.
3.
Derecho al respeto. Uno de los Diez
Mandamientos estipulaba: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12). Y el sabio rey
Salomón dijo en uno de sus proverbios: “Escucha, hijo mío, la disciplina
de tu padre, y no abandones la ley de tu madre” (Proverbios 1:8).
La Ley
regulaba con detalle el trato con personas del sexo opuesto y manifestaba gran
respeto por las mujeres (Levítico 18:6,9; Deuteronomio 22:25, 26). Incluso les recordaba a los hombres que debían tener en
cuenta los límites físicos y biológicos de su esposa (Levítico 18:19).
4.
Derecho a la protección. En su Palabra, Jehová se
describe a sí mismo como “padre de huérfanos de padre y juez de viudas”, es
decir, se consideraba responsable de proteger a quienes no tenían un padre
o un esposo que lo hiciera (Salmo 68:5; Deuteronomio 10:17, 18). De hecho, en
cierta ocasión en que la viuda de un sacerdote se vio en aprietos por culpa de
un acreedor injusto, Jehová hizo un milagro para que ella pudiera sobrevivir
sin perder su dignidad (2 Reyes 4:1-7).
Otro
ejemplo es el de las hijas de Zelofehad. Cuando los israelitas todavía estaban
en el desierto, este cabeza de familia murió sin dejar un descendiente varón.
Entonces, sus cinco hijas solicitaron “una posesión” en la Tierra Prometida.
Jehová les concedió más de lo que ellas habían pedido, pues le dijo a Moisés:
“Debes darles la posesión de una herencia en medio de los hermanos de su padre,
y tienes que hacer que la herencia de su padre pase a ellas”. A partir de
ese momento, las mujeres israelitas pudieron recibir una herencia de sus padres
y dejársela a sus descendientes (Números 27:1-8).
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