IGLESIA UNIVERSAL DE DIOS

IGLESIA UNIVERSAL DE DIOS
"JEHOVA SAMA"

martes, 26 de enero de 2016


PROXIMA ALIANZA 6 DE FEBRERO 2016 EN IXHUTLANCILLO, HORA DE REUNIÓN, 2 DE LA TARDE EN MONUMENTO  A LA INDIA, CRUCERO DE ORIZABA A LA PERLA, CON EL PASTOR JOSÉ AMADEUS PANZO , CALLE LUIS DONALDO COLOSIO.

El elemento determinante entre lo que Dios puede y quiere darnos y el cúmulo de nuestras necesidades es la fe. La fe no es otra cosa que creerle a Dios. Diga en alta voz:
Cuando tenemos esto bien definido, entonces podemos considerar los aspectos que encierra la fe:
1.     La fe nos lleva a tomar decisiones de alto riesgo (Génesis 12:1-5)

Al salir de Ur de los caldeos, Abraham estaba arriesgando sus posesiones, sus cosas, su familia y todo cuanto hubiese alcanzado a tener hasta ese momento por seguir al Señor. El cristiano consagrado a Dios está dispuesto a arriesgarlo todo para aventurarse a ir tras lo que Dios le haya dicho. A muchos cristianos les cuesta tomar decisiones. Ignoran que el futuro nuestro no solo depende de las oportunidades que tengamos en la vida, sino también de las decisiones que tomemos frente a esas oportunidades, y optan por dejar que pasen sin echar manos a ellas. Abraham escogió salir de su parentela y logró lo que Dios le había dicho.
2.     La fe nos lleva a emprender largas jornadas en busca de un mejor destino (Génesis 12:4-5)

El viaje de Abraham cubrió una ruta de más de 2.400 Km de distancia y los recorrió alimentado por la fe. El soñó ampliando sus horizontes. Tal vez nunca antes había recorrido tantos kilometrajes, pero esta vez se movió en razón de que creía que encontraría “la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10).
El profeta Isaías nos exhorta a ampliar el sitio de nuestra tienda, a correr las cortinas y a ahondar las estacas (Isaías 54:2). La fe nos acciona, nos hace mirar más allá de nuestras posibilidades. El destino ya fue trazado y el camino para llegar a él ya nos fue indicado (Juan 14:1-6) ¿Qué espera usted para recorrerlo?

3.     La fe nos lleva a esperar a que suceda lo imposible (Génesis 17: 1-27).

Tanto para Abraham como para Sara tener un hijo era no solo un imposible sino también un absurdo dada la edad que ambos tenían y por la esterilidad de Sara. Pero la persona de fe no cree solamente en hechos sino que mediante su plena confianza en Dios espera que suceda lo humanamente imposible. La fe no se detiene en los hechos, va más allá. La fe da por sentado que lo que Dios nos haya prometido, se cumplirá. La fe es una solemne confianza en lo que Dios ha dicho en razón de su carácter y naturaleza. Dios no sabe ni puede mentir, y ese es el mayor garante de la Palabra que salió de su boca.

4.     La fe nos lleva a entregarlo todo (Génesis 22:1-19).

Abraham sabía que al sacrificar a su hijo, toda esperanza de ser padre de multitudes quedaría arruinada y que las promesas que lo señalaban como un futuro padre de muchas naciones ya no se cumplirían. Pero no obstante decidió confiar en el Señor y rendirle a él lo más preciado que tenía en ese momento: su hijo Isaac. Un cristiano convencido de a quien le está creyendo estará dispuesto a sacrificar todo lo que Dios le pida y lo más precioso para él en procura de agradar a su Dios y Señor. El no argumentará contra lo que Dios le esté pidiendo, simplemente obedecerá; él no cuestionará a Dios por la forma en que lo hace, simplemente es preguntará:¿Por qué no lo había hecho antes? La fe no se detiene a reparar en lo que da, sino en las razones por las que damos.

Fe no es tanto lo que uno cree, sino lo que uno hace con lo que cree. Y si lo que creemos no nos lleva a hacer algo, ¿para qué lo creemos? (Santiago 2:17) ¿Qué está usted haciendo con su fe? ¿Dejará pasar las nuevas oportunidades que se le están dando como lo hizo la primera vez?
La fe es capacidad que el Espíritu Santo da para que creamos lo que Dios nos afirma desde su Palabra.


lunes, 4 de enero de 2016


REUNIÓN DE IGLESIAS ZONA CENTRO
 "UNIVERSAL DE DIOS A.R." 
"MONTE SE SIÓN" SABADO 9 DE ENERO DEL 2016 A LAS  3  P.M  EN CALLE GUILLERMO PRIETO  # 34
COLONIA EL PEDREGAL POTRERO NUEVO VER.

La Iglesia en el designio de Dios 


La comprensión cristiana de la Iglesia y su misión tiene sus orígenes en la visión del gran designio (o “economía”) de Dios para toda la creación: el “Reino” prometido por Jesucristo y manifestado en él. Según la Biblia, el hombre y la mujer fueron creados a imagen de Dios (véase Gn 1:26-27), por lo que tienen la capacidad inherente de estar en comunión (en griego, koinonía) con Dios y entre sí. El pecado y la desobediencia de los humanos (véanse Gn 3-4; Ro 1:18-3:20) frustraron el propósito de Dios en la creación, lo cual dañó la relación entre Dios, los seres humanos y el orden creado. Pero Dios se mantuvo fiel a pesar del pecado y los errores humanos. La historia dinámica de la restauración de la koinonía de Dios encontró su logro irreversible en la encarnación y el misterio pascual de Jesucristo. La Iglesia, como cuerpo de Cristo, actúa por el poder del Espíritu Santo para continuar la misión vivificadora de este en el ministerio profético y compasivo, y participa así en la labor de Dios de sanar un mundo roto. La comunión, cuyo origen está en la vida de la Santísima Trinidad, es el don por el que la Iglesia vive y, al mismo tiempo, el don que Dios pide a la Iglesia que ofrezca a una humanidad herida y dividida con la esperanza de la reconciliación y la sanación.  

La Iglesia del Dios trino como koinonía 

La iniciativa de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo
 
La Iglesia es creada por Dios, que “de tal manera amó […] al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16) y que envió al Espíritu Santo para guiar a esos creyentes a toda la verdad, recordándoles todo lo que Jesús enseñó (véase Juan 14:26). En la Iglesia, por medio del Espíritu Santo, los creyentes están unidos a Jesucristo y, de ese modo, mantienen una relación viva con el Padre, que les habla y los llama a responder confiadamente. El concepto bíblico de koinonía se ha convertido en el aspecto central de la búsqueda de un entendimiento común de la vida y la                                                   Fe. Esa búsqueda presupone que la comunión no es simplemente la unión de iglesias existentes en su forma actual. El sustantivo koinonía (comunión, participación, comunidad, compartir), que deriva de un verbo que significa “tener algo en común”, “compartir”, “participar”, “tomar parte en” o “actuar juntos”, aparece en pasajes que narran la celebración de la Santa Cena (véase 1 Co 10:16-17), la reconciliación de Pablo con Pedro, Jacobo y Juan (véase Gl 2:7-10), la colecta para los pobres (véanse Ro 15:26; 2 Co 8:3-4) y la experiencia y el testimonio de la Iglesia (véase Hch 2:42-45). Como comunión establecida por Dios, la Iglesia pertenece a Dios y no existe para sí misma. Es misionera por naturaleza, llamada y enviada a dar testimonio en su propia vida de la comunión que Dios quiere para toda la humanidad y para toda la creación en el Reino.  
La Iglesia se centra y se basa en el evangelio, la proclamación del Verbo hecho carne, Jesucristo, Hijo del Padre, lo cual se refleja en la afirmación del Nuevo Testamento: “Habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P 1:23). Mediante la predicación del evangelio (véase Ro 10:14-18) y con el poder del Espíritu Santo (véase 1 Co 12:3), los seres humanos llegan a la fe salvadora y, por medios sacramentales, son incorporados al cuerpo de Cristo (véase Ef 1:23). Siguiendo esta enseñanza, algunas comunidades llamarían a la Iglesia creatura evangelii o “criatura del Evangelio”. Un aspecto que define la vida de la Iglesia es que es una comunidad que escucha y proclama la palabra de Dios.